CULTURA

Hoy fue su día, pero su poesía venía de antes: oda a la sopaipilla

Ya sea que las prefieras secas con pebre, mostaza o pasadas con chancaca… este jueves 10 de julio se celebró el Día de la Sopaipilla, uno de los alimentos más queridos por los chilenos.

Y qué mejor forma de cerrar este día que con una oda escrita por una vecina de los alrededores de María Pinto —una poesía que nos conecta con la cocina, la memoria y el corazón campesino.

El Día de la Sopaipilla se conmemora cada 10 de julio para rendir homenaje a este plato tradicional que forma parte fundamental de la gastronomía popular chilena. La sopaipilla, con sus raíces campesinas, representa mucho más que una simple preparación: es un símbolo de identidad, de reunión familiar y de tradición en los pueblos y ciudades de Chile.

Su origen se remonta a la mezcla de culturas y productos que llegaron a nuestro país, donde la harina, el zapallo y el aceite se transforman en una masa sencilla, pero llena de sabor y significado. Durante las tardes frías de invierno, especialmente, la sopaipilla es el consuelo de muchos hogares, acompañada de pebre fresco, salsa de chancaca o simplemente sola, disfrutando de su textura crujiente y su corazón suave.

Este día es también una oportunidad para recordar la importancia de los sabores que nos unen y que atraviesan generaciones, desde las abuelas que enseñaron su receta, hasta las nuevas generaciones que la siguen preparando y disfrutando. La sopaipilla no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma y la memoria colectiva de Chile.

Aquí va, con cariño y sabor:

Oda a la Sopaipilla

Oh dorada y crujiente maravilla,
tesoro humilde de nuestras cocinas,
que en tardes de lluvia y risas sencillas
nos llenas el alma, nos das alegría.

Tu forma redonda, sencilla y perfecta,
abrazo de harina, zapallo y calor,
del horno o el sartén tú siempre apareces
con el mismo encanto y el mismo sabor.

En la mesa campesina o en la feria
te alzas triunfante, olorosa y fiel,
te cubren pebre, chancaca o mostaza,
y siempre combinas, ¡oh reina de piel!

Sopaipilla querida, pan del encuentro,
de abuelitas sabias y nietos sin prisa,
testigo de juegos, cuentos e inviernos,
¡Te canto hoy día con dulce sonrisa!

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