La arquitecta de profesión, Karen Guelfand, lleva cinco años construyendo un camino propio entre colores, matices y formas. Aunque su formación inicial fue en la arquitectura, fue en ese trayecto donde descubrió una pasión aún más profunda: la pintura.
“Estudié arquitectura en la universidad y fue así como tuve mi primer acercamiento con el arte y la pintura”, contó en conversación con El Diario de Curacaví.
Lo que partió como una curiosidad académica, se transformó con el tiempo en un lenguaje personal. Hoy, Karen se define como una mujer artista, emprendedora y autogestionadora, que ha explorado diversas técnicas buscando su estilo y su voz.
“Partí por el acrílico y el canvas. Fue un descubrimiento más abstracto, más de los colores que de las figuras”, explicó. Más tarde, durante sus viajes, encontró en el lápiz, la acuarela y el croquis una forma ágil y emocional de expresarse: “Me di cuenta que era lo mejor para transportarlo… me permitía encontrar el dibujo más rápido”.
A lo largo de este proceso, Karen ha entendido que su arte es una constante evolución. Ha experimentado con materiales y formatos, siempre en la búsqueda de ese trazo único que le pertenece. “Mi proceso ha sido una evolución donde he tomado varias técnicas y materiales para poder trabajar y ver cuál es mi arte finalmente”.
A diferencia de la fotografía, Karen busca capturar lo intangible. Su enfoque no está en el registro literal, sino en la interpretación emocional y visual de un instante. “Mis dibujos se basan en un momento. A diferencia de la fotografía, lo que yo trato de captar es un momento más surrealista, donde el instante es mágico”.
Aunque ha trabajado con objetos y figuras, aún no ha incursionado en la figura humana, y reconoce que el dibujo es algo muy íntimo para ella. “Hasta el día de hoy, el dibujo es mi refugio. Nunca me había mostrado en una exposición, siempre guardaba mi trabajo para mí. No había un diálogo, era solo mío. Todavía son mis dibujos favoritos”, aseguró a nuestro medio.
Detallista en cada etapa de su proceso creativo, Karen valora desde la elección de los colores hasta el tipo de papel que utiliza. No es solo técnica, es una ceremonia visual. “Me gusta disfrutar los colores que elijo, visualizar bien mi blanco, el formato de mi hoja. Me gusta saber qué gramaje tiene, si es italiana, española, francesa, inglesa… y así uno sabe más o menos qué va a pintar el lápiz, qué va a ver el ojo, qué efecto visual vamos a usar”.
Hoy, Karen da pasos hacia una nueva etapa: la de compartir su mundo interior con otros. “Me gustaría poder seguir mostrando mi trabajo poco a poco, paso a paso, con gente que también le guste el arte. Mi idea es que la gente se motive a activar su creatividad”.
Así, desde su taller, Karen Guelfand sigue dibujando instantes, emociones y sentidos. A veces desde el rincón más íntimo, otras desde la mirada de quienes se detienen a ver lo que hay más allá del papel.